4.6 OBSOLESCENCIA PLANIFICADA Y PERCIBIDA
4.6 OBSOLESCENCIA
PLANIFICADA Y PERCIBIDA
Obsolescencia
planificada: Se denomina obsolescencia planificada o
obsolescencia programada a la determinación, planificación o programación del
fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne
obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado
de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de
diseño de dicho producto o servicio. La obsolescencia planificada tiene un
potencial considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante dado que
el producto va a fallar en algún momento, obligando al consumidor a que
adquiera otro producto nuevamente, ya sea del mismo productor (mediante la
adquisición de una parte para reemplazar y arreglar el viejo producto o
mediante la compra de un modelo del mismo más nuevo), o de un competidor,
factor decisivo que también se prevé en el proceso de obsolescencia
planificada.
El empleo de la
obsolescencia planificada no siempre es tan fácil de determinar, y se complica
aún más al entrever otros factores relacionados como pueden ser la constante
competencia tecnológica o la sobrecarga de funciones que si bien pueden
expandir las posibilidades de uso del producto en cuestión también pueden
hacerlo fracasar rotundamente.
Obsolescencia
percibida: Cuando crean un producto con un cierto
aspecto, y más adelante se vende exactamente el mismo producto cambiando tan
solo el diseño del mismo. Esto es muy evidente en la ropa, cuando un año están
de moda los colores claros, y al siguiente los oscuros, para que el comprador
se sienta movido a cambiar su ropa perfectamente útil y así ganar más dinero.
La obsolescencia percibida
es un tipo distinto de planificación, cuyo objetivo es no obstante el mismo:
aumentar de forma artificial la demanda de productos. En este caso, se hace uso
sobre todo de herramientas publicitarias y de marketing para que los
consumidores piensen que es , que consideren que ya al margen de si cumple su
función o no, o simplemente que . Su uso es evidente en el mercado del vestido,
en el que se proponen dos cambios de armario anuales, aunque la entrada de la
estética en productos funcionales antes ajenos a ella está posibilitando el que
se aplique a muchos otros sectores.
Las industrias de la
electrónica y de telecomunicaciones basan la mayor parte de sus ingresos en
este principio.
Éste dicta que las compañías
toman decisiones de producir de forma que los consumidores tengan que sustituir
sus productos dado que se vuelven obsoletos o se descomponen dentro de un
determinado periodo de tiempo. El principal objetivo de este tipo de
manufactura es que los consumidores tienen que comprar productos en múltiples
ocasiones, lo que estimula la demanda.
El concepto no es nuevo. Brooks
Stevens, un diseñador industrial de los 50, utilizó por primera vez esta idea
en automóviles nuevos. Mientras que antes los conductores sustituían sus
automóviles con poca frecuencia, General Motors –bajo el mando de Alfred Sloan–
inició la producción anual de automóviles con pequeños cambios. Así, el modelo
Cadillac en los 50 fue modificado cada año, principalmente en aspectos
estéticos.
Lo mismo ha hecho Apple y
otras compañías productoras y operadoras de telefonía móvil, software y
electrónicos como Samsung, Microsoft, Telcel, Iusacell y otros. En la medida en
que sacan nuevos productos al mercado de mayor velocidad, mejor estética y más
accesorios, generan más demanda y sustitución de los productos. En esta
ocasión, Apple introdujo al mercado iPads con mejor estética, procesadores y
pantallas, no obstante que sus modelos más viejos siguen sirviendo bien.
Telcel, Telefónica y Iusacell introducen cada poco tiempo smartphones nuevos y
planes tarifarios para atraer a los usuarios a cambiarse de plan y generar más
ingresos por usuario.
Sin embargo, el mercado de
consumo de estos aparatos se ha ido consolidando en países con mercados de
telecomunicaciones más maduros como Estados Unidos. En una encuesta publicada
por mobilefuture.org señala que en 2007 los consumidores de ese país sustituían
sus smartphones cada 18.7 meses mientras que en el 2011 cada 21.1 meses. Sin
embargo, en nuestro país el mercado tiene mucho potencial. La penetración ronda
en alrededor de 20% de smartphones y 15% en tablets.
Así, el verdadero poder de
las economías de consumo es que los consumidores estamos dispuestos a caer en
la trampa de la obsolescencia programada.
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